ANALISIS: Diablo IV - Vessel of Hatred

Por Ariel Fuentes

Cuando salió Diablo IV, allá por Junio de 2023, nos pareció que fijaba unos excelentes cimientos para ir evolucionando con el paso del tiempo. La llegada de Vessel of Hatred, su primera gran expansión, pareciera empezar a darnos la razón.

Aniquilar a Lilith nos había dejado cierta angustia, porque sus motivaciones resultaron más complejas que la pura maldad: en realidad, detrás de tanta manipulación parecía querer librar a los humanos de su papel como meros peones en la guerra eterna entre el Cielo y el Infierno. Arrepentidos o no, ahora tendremos que hacer frente a un antagonista mucho más despiadado y brutal: su padre Mefisto, Señor del Odio y uno de los tres más grandes demonios del universo de Diablo.

Para empezar: Vessel of Hatred suma un área nueva, Nahantu, al sudoeste del mapa original y conectada orgánicamente con él. Su geografía es selvática y pantanosa, y aunque eso no tenga impacto en la jugabilidad, contiene algunos de los escenarios estéticamente más atractivos de todo el juego. 

Aunque la crítica parece estar recibiéndola tibiamente, a nosotros nos gustó bastante la nueva campaña, algo breve (digamos, en torno a unas 6 horas, recorriéndola sin prisa ni pausa) pero con momentos que no olvidaremos fácilmente. No podemos spoilear, pero hay algunos enfrentamientos y escenas que nos impresionaron más que cualquier otra cosa que habíamos visto en la campaña original. Como es habitual, estas misiones son apenas un calentamiento para reconectar con las mecánicas de juego y entender -si es que nos interesa- hacia dónde está yendo la historia. Sólo dejamos esto por acá: el final es abierto y obviamente habrá más Diablo en el futuro.

A las cinco clases del juego original se suma una nueva, inspirada en culturas mesoamericanas como los mayas, y que ya se convirtió en mi favorita: los Spiritborn. Las habilidades de estos “Espiritualistas” se basan en invocaciones a cuatro animales guardianes (águila, ciempiés, gorila y jaguar), todas muy eficientes y pensadas para ser combinadas entre sí. En lanzamiento, hay algunas builds de Spiritborns que están evidentemente desbalanceadas, resultando demasiado poderosas en comparación a los guerreros anteriores… pero es casi seguro que Blizzard haga ajustes con el paso de los meses. Me terminé enamorando tanto de mi Spiritborn, Lila, que por primera vez cedí ante la tentación de las microtransacciones y le compré una hermosa armadura dorada con aura eléctrica. 

Hay un nuevo sistema de niveles: antes podíamos llegar a 100, y ahora sólo a 60, pero el contenido “endgame” es más sofisticado, con grandes opciones de personalización de nuestros personajes a través de los puntos Paragon -que, para compensar, ahora llegan mucho más lejos: a 300-. También las opciones de dificultad fueron recalibradas, para una mayor sencillez.

Se sumó un sistema de Mercenarios, a quienes podemos contratar y elevar sus capacidades para asistirnos de diversas maneras. Yo me aferré al escudero Raheir, que me defiende mientras despliego mi arsenal ofensivo.

Aunque yo no tocaba Diablo IV desde hacía varios meses, y no estaba particularmente interesado en regresar, recibir un código de review (¡gracias, Blizzard!) fue el puntapié para engancharme más que nunca con ese ciclo casi interminable de acumulación de experiencia y búsqueda de equipamiento cada vez más perfecto.

Blizzard ya había estado mejorando el juego, pero Vessel of Hatred lo lleva a nuevas alturas en cuanto a calidad de vida, jugabilidad, cantidad de contenido y satisfacción que ofrece al jugador. Es fácil armar o elegir un personaje, levelearlo, completar misiones, desplazarse entre menús, comparar ítems… a nivel de usabilidad, es exquisito e invita a ser jugado. El contenido que agregaron, para colmo, es de lo mejor del género: hay calabozos bien diseñados, y hasta una gran incursión, La Ciudadela Oscura, que nos obligará a cooperar con otros tres jugadores. 


En cuanto a gráficos y rendimiento, lo mismo del año pasado: nuestra Series S no tuvo problemas en mantener 60 cuadros por segundo a 1440p. En Series X corre a 4k. Sí tuvimos algunos pequeños problemillas con el sonido, que se entrecortó durante momentos álgidos. Y otro punto a mejorar: sigue sin ser un juego que se lleve bien con la función Quick Resume, porque le cuesta volver a loguearnos a los servers.

¿Vale la pena sumar Vessel of Hatred a Diablo IV, considerando que el juego base está incluido en Game Pass -y presumiblemente lo seguirá estando por tiempo indefinido, dada su condición de título first party de Microsoft-? Mi humilde opinión es que sí, y creo que el mismísimo Phil Spencer estaría de acuerdo; lo tengo en mi lista de contactos de Xbox y veo que Diablo IV es hoy por hoy su juego de cabecera.

Por supuesto, depende de nuestro bolsillo. Pero cada moneda que invirtamos en Vessel of Hatred tiene el potencial de darnos muchas horas de gratificación. Esta expansión, aunque imperfecta, impulsa al ya sólido título a nuevos niveles y demuestra que Blizzard sigue escuchando a su exigente comunidad. Es sólo una estación más en un largo camino, pero sin dudas apunta en el sentido correcto; juego Diablo desde hace 27 años, y nunca tuve tantas ganas entrar en combate con las hordas demoníacas.

  • Desarrollado por: Blizzard Team 3 / Blizzard Albany
  • Publicado por: Blizzard Entertainment
  • Fecha de lanzamiento: 7 de Octubre de 2024
  • Plataformas: Xbox One, Xbox Series, PS4, PS5, PC 

*Código de review proporcionado por Blizzard*