Por Ariel Fuentes
En 2018, una empresa checa publicó un juego muy original: Kingdom Come: Deliverance, un RPG realista y áspero que sorprendió por ir en contra de muchas de las tendencias del mercado. Por cortesía de sus publicadores, pudimos acceder con anticipación a su esperado sucesor.
¿Logra trascender los sólidos cimientos del primer juego? ¿Eleva la saga a nuevos niveles narrativos y técnicos? Les adelanto algo: hacía falta un juego tan irreverente como éste.
Kingdom Come: Deliverance (KCD) dejó una marca indeleble en la industria, especialmente porque no se esperaba mucho de él pero generó un impacto bastante profundo y masivo. Ambientado en el Reino de Bohemia del siglo XV, presentaba de forma realista la historia de Henry, el joven hijo de un herrero, en un contexto de grandes conflictos políticos y sociales. Aclamado por su detallada representación de los finales del período medieval, sus mecánicas de supervivencia y su narrativa inmersiva, el juego sorprendió y vendió más de 5 millones de copias, consolidando a Warhorse como un estudio atrevido.
No obstante, KCD no estuvo exento de críticas. Su lanzamiento estuvo plagado de bugs y algunas mecánicas, como el sistema de combate, fueron consideradas excesivamente complejas. A pesar de estos problemas, el juego fue celebrado por su ambición y su autenticidad. Este legado plantea un desafío para Kingdom Come: Deliverance 2 (KCD2): conservar la esencia que hizo legendario al primer juego, pero superando sus debilidades.
Warhorse Studios, fundado por el polémico pero sin dudas muy talentoso Daniel Vávra (director de los dos primeros Mafia y troll nivel Super Saiyajin en redes sociales), asegura tener un compromiso con la fidelidad histórica y la narrativa profunda. Desde el lanzamiento de KCD, Warhorse ha crecido en experiencia y recursos, especialmente tras su adquisición por parte de Deep Silver y el grupo Embracer. Este respaldo financiero y corporativo les permite abordar KCD2 con mayores ambiciones técnicas y creativas, y esto se nota apenas ingresamos al juego: aunque es continuista, es inmediatamente evidente que ahora hay mayor sofisticación.
El aprendizaje del primer juego ha sido crucial. Vávra y su equipo han reconocido públicamente las críticas recibidas, especialmente en lo referente a la optimización técnica y la accesibilidad de las mecánicas. Con este contexto, KCD2 tiene la oportunidad de convertirse no solo en un sucesor digno, sino en un modelo de excelencia dentro del género RPG: su antecesor poseía evidentes debilidades, pero también tenía tanto potencial que valía la pena volver a intentarlo.
Uno de los aspectos más esperados de KCD2 es el salto técnico. Mientras la industria vira más y más hacia Unreal Engine, en Warhorse decidieron volver a utilizar el infravalorado CryEngine, y si bien el primer juego ya lograba momentos visualmente impresionantes, KCD2 migró a una versión más avanzada. Hay claras mejoras en gráficos, física, iluminación y animaciones y, además, se optimizó el rendimiento: en Serie S (que fue donde jugamos la mayor parte del tiempo) corre a 1080p y 30 cuadros por segundo razonablemente estables. En Serie X podemos optar por un modo Fidelidad (a 4K, 30 FPS y alta calidad de imagen) o por un modo Performance (a 1440p, menos detalles en pantalla, pero 60 cuadros por segundo o incluso más si disponemos de una tele o monitor capaz de mostrar VRR). Para dejar tranquilo al pueblo, valga comentar que éste fue el juego con el que decidí jubilar a mi querida Serie S después de 4 años de fiel servicio a mi lado antes de upgradear a una flamante Serie X blanca, pero aún en mi vieja blanquita anduvo espectacular y fluido. Gracias a haber sido diseñado directamente para la nueva generación, los tiempos de carga son muy reducidos.
Encontramos pocos bugs en relación a su inmensa sofisticación. Hablaremos más sobre esto, pero vayamos adelantando que es un mundo vivo y orgánico. Probablemente sea el mejor mundo abierto en el que nos hayamos sumergido desde que Red Dead Redemption 2 redefiniera los estándares.
Dado que es una secuela directa de su predecesor, KCD2 vuelve a intentar una representación precisa de la vida en la Bohemia medieval, desde la arquitectura y la geografía hasta las intrigas políticas. Hay nuevas regiones, más amplias todavía que la del primer juego: una es el Paraíso Checo y la otra la ciudad de Kuttenberg.
Continuamos encarnando a Henry, profundizando en las consecuencias de los eventos del primer juego –al que, estrictamente, no hace falta haber jugado, porque sus puntos definitorios son recapitulados en una extensa e intensa introducción-. Del guión, sólo basta decir que aparentemente destronará al de Baldur´s Gate 3 como el más largo de la historia: más de dos millones de palabras. Hay montones de conversaciones muy bien construidas y un argumento complejo, lleno de sorpresas y caminos alternativos.
Sin spoilear: aunque arrancamos bastante potenciados, rápidamente quedamos del lado equivocado de la historia (es decir, enfrente del poderoso Segismundo de Luxemburgo, el futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) y, sin importar qué tanto hubiéramos logrado antes, las habilidades de Henry se “resetean” a poco de comenzar el juego, obligándonos a pasar por la curva de aprendizaje y a entrenar de nuevo.
El sistema de combate del primer juego, aunque atrapante, era tal vez demasiado desafiante y al mismo tiempo se lo sentía un poco tosco: ahora algunos de sus elementos son más amigables, con mayor sencillez mecánica y espectacularidad visual. Es una versión refinada del primer intento de Warhorse, que conserva la profundidad sin sacrificar la accesibilidad.
Por un lado, el combate es más satisfactorio que antes, porque combos, estocadas y las físicas en general están mejor delineados. Pero, por otro lado, cada encuentro disparará nuestra adrenalina, porque un par de errores pueden costarnos la vida (y varios minutos de partida, si no habíamos salvado justo antes). Los encuentros contra varios contrincantes al mismo tiempo son caóticos, enervantes, y tendremos que estar muy bien equipados y entrenados para hacerlos medianamente manejables. Hay también un sistema de sigilo, no muy exquisito pero perfectamente funcional, especialmente si aprovechamos el silencio y la oscuridad de la noche.
Hablando de salvar la partida: vuelve el polémico sistema de las pociones para conservar nuestro progreso, aunque ahora es comparativamente más benigno, y también hay “auto-guardado” después de hitos en algunas misiones. También se refinaron las mecánicas de supervivencia, como el hambre, el sueño, el uso de alquimia, herrería y vendajes, y se amplió el árbol de habilidades. Se profundizaron los aspectos “sociales” de la interacción con otros personajes, determinadas por nuestra apariencia, nuestra capacidad de coerción y de dominación. Estar más o menos limpio y bien vestido afectará el trato recibido según las convenciones de la época.
No podemos modificar el aspecto físico del protagonista más allá de algunos detalles, pero lo moldearemos con nuestras decisiones: es un lienzo en blanco donde podemos elegir seguir extrañando a nuestra primera novia, o abrazar el olvido y abrirse a nuevos romances, por ejemplo. Podemos ser respetuosos o altaneros, y mucho más, gracias a un sistema de opciones de conversación muy gratificante. En un mundo donde el debate entre corrección y violencia está más vigente que nunca, KCD2 nos deja elegir nuestro propio camino, alejándose de los lugares comunes que plagan a la industria y a otros medios.
Como era de esperar, no hay multijugador, pero el mundo abierto de KCD2 es tan dinámico y reactivo que por momentos vamos a sentir estar viviendo en una sociedad feudal del corazón de Europa. Además de las obvias misiones principales, hay actividades secundarias que emergen por todo el mapa a medida que lo recorremos. La mayoría son muy creativas y variadas, y pueden ser encaradas desde múltiples enfoques. Si nos piden robar un estandarte, podemos recurrir a la violencia, al sigilo, o conseguirle una cita al vigía del turno noche para distraerlo, por ejemplo. Lo que ven en pantalla es mi búsqueda desesperada de un lugar donde recuperarme, curar mis heridas y descansar después de un ataque fallido a un campamento de bandidos. No abandoné la misión: pude volver más tarde a liquidar la faena.
Jugar a KCD2 es completamente envolvente. El sonido (tanto efectos como música) es crucial para conseguir una de las experiencias más inmersivas de la historia del gaming; cada susurro del viento en los densos bosques fotorrealistas parece de verdad. Los detalles en la naturaleza son tan vívidos que hasta el crujir de las hojas bajo tus pies te invita a explorar; aunque el viaje rápido sea práctico para ahorrar tiempo, rara vez quise recurrir a él, incluso antes de conseguir una montura. Vagabundear por esos senderos rurales transmite la paradójica certeza de que el destino puede sorprender a cada paso: tal vez encontremos inesperadamente a un viejo conocido, o suframos una emboscada, o simplemente nos detengamos a ver un atardecer bucólico. Entre tanto realismo, algunos momentos de respiro llegan con los bancos de alquimia y los minijuegos, como el de los dados, que añaden un toque de entretenimiento simple pero cautivador, profundizando en la autenticidad de la época.
Sólo otro videojuego me absorbió completamente en su universo, y justamente había sido KCD1. Jugando de noche, con las luces apagadas, sentado a 3 metros de mi televisor de 50 pulgadas y escuchando el jolgorio de una taberna o el estertor agónico de un enemigo abatido, dejé temporalmente de ser Ariel, argentino del siglo XXI, y literalmente fui Henry en la Bohemia del siglo XV. KCD2 es un juego brutal, áspero, que para ser disfrutado pide dejar un rato tu subjetividad en suspenso para sumergirte en este descomunal viaje hasta 6 siglos atrás en el tiempo.
Enfrenta grandes expectativas debido al inesperado éxito de su predecesor, pero gracias a su legado también tiene una base sólida sobre la cual construir. Sumando los aprendizajes y los recursos adicionales de Warhorse Studios, KCD2 consigue emerger como el nuevo rey de los RPG realistas e inmersivos... donde, curiosamente, no tiene mucha competencia. Este juego mejora al primero, que ya se había inspirado en leyendas como Skyrim, y nos da una muestra técnica de cómo podría lucir un nuevo Elder Scrolls, pero sin dragones ni vampiros. Como reza el lema de uno de los personajes del juego, a veces la suerte sí favorece a los valientes, y Warhorse logra una obra maestra al mantenerse fiel a su original y atrevida visión. Inmenso pero también íntimo, políticamente incorrecto y violento pero sin olvidar el humor y la ternura, sexual y guerrero, inteligente e inolvidable.
Si bien no es un título para todos (los que prefieren juegos más livianos pueden sentirse intimidados por su densidad), quienes busquen una experiencia profunda y desafiante quedarán fascinados. La evolución respecto al primer juego es evidente en todos los aspectos: desde el sistema de combate hasta la inmersión, pasando por la narrativa y las mejoras técnicas. Aunque aún hay pequeños detalles que podrían pulirse más (como un puñado de bugs menores, algún problemilla en el sonido tras usar Quick Resume, y ciertas animaciones que no se sienten perfectamente resueltas), estos no empañan todo lo bueno.
Para los amantes de la historia, de los mundos abiertos vibrantes y de los juegos que exigen paciencia y estrategia, Kingdom Come: Deliverance 2 será, casi sin dudas, una de las joyas del 2025.
- Desarrollado por: Warhorse Studios
- Publicado por: Plaion
- Fecha de lanzamiento: 4 de Febrero de 2025
- Plataformas: Xbox Series S/X, PS5, Microsoft Windows
*Código de review proporcionado por Plaion*